La Confianza

Son muchas (demasiadas) las noticias que a diario vemos en los medios informativos respecto a homicidios en todo el mundo. Es verdaderamente impresionante la cantidad de personas que fallecen todos los días a manos de la delincuencia. En mi país El Salvador no es la excepción. Los salvadoreños nos levantamos desayunándonos una buena ración diaria de noticias que expresan la cantidad de violencia que envuelve esta nación. Los datos oficiales del recién pasado año (2015) indican que en octubre ocurrieron 676 homicidios y se dieron 22.7 asesinatos en promedio. En el mes de septiembre se presentaron 685 muertes violentas con un promedio diario de 22.8. En agosto, catalogado como el mes más violento se produjeron 918 homicidios, el promedio es de 24.3 diarios. A esto habría que sumar otra cantidad de personas que todos los días desaparecen y que no forman parte de las estadísticas, sino hasta que son encontradas sin vida. Con el pasar de los días nos damos cuenta que esta situación de violencia no se detiene ni mucho menos termina. Por el contrario va en aumento. Nuestra autoridades se ven minimizadas en su esfuerzo por combatir esta barbarie en la que estamos envueltos. El temor de salir a la calle crece pues no sabemos si nosotros iremos a formar parte de esas estadísticas. Claro está que una buena cuota de prudencia debe rodear nuestra existencia diaria y poner en práctica medidas que nos permitan disminuir nuestra exposición a este ambiente inhumano de violencia.

El salvadoreño común, honesto y honrado muy poco puede hacer para acabar con la delincuencia. Le corresponde guiar y educar correctamente a sus hijos, respetar las leyes, salir a trabajar honestamente y contribuir a promulgar un ambiente de armonía y de paz. El que se levanta todos los días en busca del sustento diario le queda solamente encomendarse a Dios y salir confiando. 

Personalmente creo que la angustia y el temor se debe en parte a la falta de confianza. Las personas debemos, ante las adversidades, buscar el sentirnos más tranquilos y confiados. Cuando en nuestro interior logramos confianza, la duda y el temor se ven disminuidos. Buscado algunas definiciones de la palabra confianza encontré lo siguiente:

Esperanza firme o seguridad que se tiene en que una persona va a actuar o una cosa va a funcionar como se desea. 
Seguridad en uno mismo o en las propias cualidades. 

Ánimo, decisión o valor para obrar. 

Quise escribir sobre el tema de La Confianza porque recientemente me compartieron un hermoso salmo que habla sobre esto, y cuando lo leí, sentí que era oportuno compartirlo, especialmente en estos momentos que vivimos los salvadoreños y otras personas en el mundo. Me refiero al salmo 27. 

En este hermoso salmo David pide al Señor que lo libre de sus violentos enemigos. Similar a los Salmos 9, 10 y 40 que comienzan con un himno de acción de gracias antes de la petición. El salmo 27 comienza con un canto de confianza (versículo del 1 al 6), seguido de una oración de liberación (versículos del 7 al 13). El versículo 14 no es parte del canto personal ni de la oración, pero invita a la congregación a unirse a su rey y esperar en el Señor. Primero David profesa que Dios libra de los enemigos (versículos del 1 al 3) y entonces habla de buscar a Dios en su santuario, ofreciéndole sacrificios que le honren como Rey (versículos del 4 al 6). La oración tiene dos partes: 

1. La petición a Dios de que no le abandone, sino que lo favorezca (versículos 7 al 10); y

2. Específicamente, le pide liberación (versículos del 11 al 13).

En lo personal me gusta mucho este salmo, creo que recordarlo a diario y decirlo como parte de una oración personal logrará crear en nosotros esa confianza que necesitamos. Quizá para muchos sería un tanto difícil aprendérselo de memoria en su totalidad, por lo que recomiendo es que lo leas completo unas cuantas veces, reflexionando en cada una de sus palabras y memorices solo una parte, los tres primeros versículos, los cuales puedas incluir en tu oración diaria. Al hacerlo, por añadidura, recordaras el resto. Aquí tienes los tres primeros versículos:

El SEÑOR es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El SEÑOR es la fortaleza de mi vida; ¿de quién tendré temor? 

Cuando para devorar mis carnes vinieron sobre mí los malhechores, mis adversarios y mis enemigos tropezaron y cayeron. 

Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque en mi contra se levante guerra, a pesar de ello, estaré confiado.