En el tercer trimestre de la vida

En el tercer trimestre de la vida, me encuentro en la etapa, quizá la más interesante de todas, la etapa madura. Etapa en la que experimentas una serie de reflexiones que revelan la realidad de las cosas como son. Etapa en donde te das cuenta que cada día que pasa, más que sumar… resta. Etapa en la que cada amanecer se convierte en una bendición. Etapa en la que cada respiro, en la que cada sorbo de aire que entra a tus pulmones se transforma en una inyección de vida. Etapa en la que cada suspiro, cada latido, cada emoción y cada mirada se convierte en una oda a la vida.

En el tercer trimestre de la vida, reconozco que la felicidad no depende de nada ni de nadie… depende de uno mismo. Depende de que tanto te conozcas, de como eres, de lo que sabes de lo que sientes, de tus emociones, de tus encantos y desencantos. Depende del tiempo que dediques a ti mismo. Depende de las experiencias vivida. Depende de las cosas buenas y de la no tan buenas que te han sucedido. Depende de la Gracia y de la paz que tengas en tu interior. Depende de ser agradecido con Dios y con la vida. Depende de cómo los ojos del alma, vean las cosas que te rodean. Depende de como asimilas las situaciones que enfrentas. Depende de tus momentos de compañía, también de los momentos de soledad. Reconozco que la felicidad no depende del futuro porque es incierto, depende del aquí y del ahora.

En el tercer trimestre de la vida, entiendo que es difícil encontrar amigos, que no todos aquellos que se dicen serlo lo son. Entiendo que la verdadera amistad no tiene límites ni fronteras. No tiene tiempo, tampoco espacio. Entiendo que la verdadera amistad se demuestra en el apoyo mutuo y desinteresado. Entiendo que la amistad es en dos vías, que es recíproca y no unilateral. Entiendo que la amistad es duradera en el tiempo porque se forja con la vida misma. Aquellas relaciones que no duran en el tiempo, que tienen fronteras, que son unilaterales…. Esas no son amistades, son simples compañerismos.

En el tercer trimestre de la vida, acepto que de la manera como venimos a este mundo al nacer, de la misma manera nos iremos de el al morir, sin nada. Hoy me cuestiono si valió la pena tanto sacrificio para obtener los bienes materiales que hoy tenemos. Me cuestiono si de algo valió todo ese tiempo y energías invertidas, si valió de algo el tiempo que le restamos a la familia, a los hijos, a la vida misma por obtenerlos. Me cuestiono si valió la pena tanto sacrificio financiero.  Acepto que los bienes materiales, son solo eso… materiales. Hoy acepto que esos bienes nunca fueron nuestros, que nunca nos pertenecieron. Hoy sé que existen bienes que verdaderamente nos pertenecen, que son precisamente eso…. bienes y son los espirituales. Son bienes porque son entregados como regalos, son dones que Dios nos ha dado para hacernos mejoras personas, mejores almas y darle brillo a nuestro espíritu.

En el tercer trimestre de la vida, quiero vivir lo que me faltó. Quiero dar gracias por cada amanecer, por cada suspiro por las cosas que hoy puedo ver, que antes estaban ocultas para mí. En esta etapa, quiero tener el tiempo y la oportunidad de recuperar mi vida, de recuperar mi alma. En esta hermosa etapa de la vida quiero ser lo que antes debí, no quiero deberle nada ni a nadie. No quiero tener deudas, tampoco cadenas ni lastres. Quiero darle las gracias a los estuvieron, a los que están y los que vendrán. Quiero también pedir perdón a los que de alguna manera dañé. Quiero resarcir los errores y retribuirle a la vida por las cosas maravillosas que me ha dado. Hoy quiero entregar a ustedes mi gratitud, mi reflexión. Parte de la felicidad que estoy construyendo.

En el tercer trimestre de la vida, aquí me encuentro, no como un expectante más, sino como un protagonista. Haciendo que las cosas pasen, haciendo que el mundo sea algo mejor. Sin dañar, sin menos preciar, sin restar. Hoy quiero sumar, apreciar cada minuto, cada momento, abrazar, besar, cantar y bailar. Hoy quiero orar y pedir por un mundo mejor, orar y pedir por cada uno de ustedes, orar y pedir por mis hijos, por sus amigos, por mis conocidos, por aquellos que aprecio.

En la tercera etapa de la vida, quiero vivir agradecido y quiero simplemente…vivir.

 

 


¡Un año más, un año menos! Así me he referido siempre al cumpleaños de una persona, especialmente al mío. Una expresión muy real. Trata de profundizar en ello y caerás en la cuenta de la verdad que hay detrás de esas palabras. Es simple interpretarlo, un año más que sumas experiencias, pero a la vez, un año que se resta a tu existencia. El tiempo de vida se reduce.

Antes pensabas que tenías toda una vida por delante y veías lo distante que era llegar a ciertas edades. Hoy, solo ves el poco tiempo que te queda.

En lo personal cuando pienso en ello, veo el privilegio que la vida me ha dado. He sido testigo de muchos acontecimientos importantes en la vida de este planeta. Pertenezco a una generación, yo diría especial y por supuesto muy particular. Nací a principios de una década revolucionaria, los sesenta. Década que se caracterizó por momentos de conflicto político protagonizado por los Estado Unidos y la URSS, la llamada Guerra Fría o crisis de los misiles en 1962 movimientos de protesta contra la guerra de Vietnam; contra la invasión de las tropas soviéticas en Checoslovaquia; una década en donde se dieron asesinatos de personas importantes, John F. Kennedy, Malcolm X, Martin Luther King.  Da comienzo la carrera espacial, el primer ser humano en la luna; y así sucesivamente muchos otros sucesos que marcaron esas épocas.

Para resumir, diré que en mi época de adolescente no había internet, ni mucho menos celulares, con eso lo digo todo. He sido testigo de una verdadera revolución tecnológica sin precedentes. Sería demasiado extenso contar lo que mis ojos han visto y mis oídos han escuchado. Cuando mi generación desaparezca, pienso que la humanidad habrá perdido gente muy valiosa, garante de una historia sin precedentes.

Y si te preguntas cual es mi edad, te diré que he llegado a los sesenta. Para mí una edad especial porque marca un antes y un después. Es decir, tres tercios de la vida. He llegado a las puertas de una existencia en donde cada día se vuelve un regalo de Dios. En donde el poder abrir los ojos y contemplar un nuevo amanecer es un verdadero privilegio y una inmensa bendición.

Esta nueva etapa de mi vida es un poema, un tributo a aquellos que fueron mis padres, los que me dieron la vida. Un reconocimiento a aquellos que me acompañaron en los momentos más difíciles pero que también compartieron mis alegrías. A los que ya no están, los que se quedaron en el camino y a los que aún siguen en él. Es un reconocimiento a los que amé, pero también a los que con sus rechazos me ayudaron a crecer y ganar experiencia, a ser mejor persona. Están también mis legados, mis hijos a los que veo hoy, de los cuales me enorgullezco de que lo sean y por los que le pido sean bendecidos todos los días.

Aquí estoy, hasta aquí he llegado. Hoy pienso en cada día que pasa, debo vivirlo como si mañana ya no fuera a estar. Respiro y cada suspiro que doy lo proceso lentamente y sin restricción alguna. Trato de llenar cada vacío, cada espacio, cada rincón. No quiero dejar nada a medias. No quiero deberle nada a la vida.

Quiero sentarme en un lugar en donde pueda ver los colores de la vida, respirar su hermosura, amar cada momento que la existencia me proporcione y compartir con cada una de las personas que conozco la riqueza que la vida misma me dado.

Para mí y para todos los que cumplen un día más de vida, ¡!!Feliz Cumpleaños!!!