Tras decir estas cosas, Jesús
se conmovió en su espíritu y dijo con toda claridad: "En verdad les digo:
uno de ustedes me va a entregar”. Los discípulos se miraron unos a otros, pues
no sabían a quién se refería. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba
recostado junto a él en la mesa, y Simón Pedro le hizo señas para que le
preguntara de quién hablaba. Se volvió hacia Jesús y le preguntó: "Señor,
¿quién es?" Jesús le contestó: "Voy a mojar un pedazo de pan en el
plato. Aquél al cual se lo dé, ése es. Jesús mojó un pedazo de pan y se lo dio
a Judas Iscariote, hijo de Simón. Apenas Judas tomó el pedazo de pan, Satanás
entró en él. Entonces Jesús le dijo: "Lo que vas a hacer, hazlo pronto. Ninguno
de los que estaban a la mesa comprendió por qué Jesús se lo decía. Como Judas
tenía la bolsa común, algunos creyeron que Jesús quería decirle: "Compra
lo que nos hace falta para la fiesta..., o bien: "da algo a los pobres. Judas
se comió el pedazo de pan y salió inmediatamente. Era de noche. Jn 13:21 -30
Cuando leemos este pasaje en el cual Jesús revela a sus discípulos la
traición a la que iba a ser sometido por uno de ellos, inmediatamente saltan de
nuestro interior, gran cantidad de sentimientos y críticas hacia este hecho.
Tan solo mencionar el nombre de Judas es sinónimo de traición, infidelidad,
avaricia, cobardía, deshonestidad, etc. Resulta muy fácil criticar fuertemente
la actitud traidora de Judas y señalar las motivaciones y acciones que este
tuvo para consumar tal traición. Más sin embargo, no es tan fácil aceptar que
este pasaje es, precisamente, la imagen de muchos de nosotros, reflejada en la Escritura.
Hoy en día hay miles de cristianos por el mundo que han sido testigos
y que han recibido en carne propia, el
perdón, la misericordia y las bendiciones de Dios, pero que al dejarse llevar
por la misma concupiscencia y las atracciones vanas que el mundo ofrece,
traicionan la intimidad y la amistad ofrecida por Jesús.
Judas fue llamado a formar parte del grupo íntimo de Jesús y a pesar
de ello sucumbió ante una ambición desmedida traicionando esa amistad concedida.
De la misma manera, nosotros también sucumbimos ante la necesidad de querer y
ser más, a tal grado que olvidamos fácilmente a Jesús y caemos en situaciones
bochornosas y de pecado que no son gratas a Dios, traicionando su amistad y
sobre todo desvalorizando el sacrificio de la cruz.
Que en este tiempo que conmemoramos el sacrificio de nuestro Señor para darnos la
vida y vida en abundancia, podamos reflexionar sobre nuestra conducta y
arrepentirnos, llegando a los pies del Señor con corazón humillado, pidiendo
perdón por nuestros pecados, reconociendo su sacrificio y aceptándolo como
nuestro único y verdadero Salvador.
Su misericordia es tan grande que estando en la misa cruz pidió al
Padre que perdonará a todos sus
agresores.
¡Den gracias al Señor porque él
es bueno, porque es eterna su misericordia! Sal. 107:1
Autor: Mario Gutierrez
Autor: Mario Gutierrez