El Temor a Volar

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Cuando hablo de volar pienso en varias personas que el solo tema les produce temor, muy probablemente debido a experiencias negativas vividas en el pasado o bien por alguna noticia que escucharon sobre desastres aéreos y ello les impactó de alguna manera. Los temores son parte de la existencia de toda persona y está claro que no es posible vivir con ellos porque limitan el accionar de la vida y perjudican los resultados, por tanto se hace necesario aprender a contrarrestarlos. Lo primero que una persona necesita hacer para eliminar el temor en su vida es tener “confianza”. Si por ejemplo hablamos de eliminar el miedo a volar, para lograrlo es necesaria procurar que todos los elementos que están relacionados con el vuelo generen seguridad y ello creará en la persona la confianza necesaria para que sea capaz de dar el primer paso en contra de su temor. Permíteme explicártelo de la siguiente manera: para volar con seguridad tres cosas son básicas y fundamentales. Primero un avión en excelentes condiciones físicas y mecánicas, segundo unas inmejorables condiciones climáticas, es decir cielos despejados y sin fuertes vientos, y tercero un experimentado piloto que capitanee la nave. Si se da la combinación de estos tres elementos de manera simultánea, la persona con temor a volar tendrá mayor confianza y eso le facilitará la decisión para alzar el vuelo. En sentido metafórico es posible decir que el avión es tu vida, las condiciones climáticas son tus actitudes y el capitán es nuestro Señor Jesucristo. Si ordenas tu vida, mantienes una mente abierta y dispuesta en aprender e invitas al Señor para que tome el control, el Espíritu Santo hará la obra en ti eliminado el temor y con ello lograrás alcanzar los propósitos de tu vida.
Es preciso que tu vida sea corregida y rectificada para lograr generar seguridad y confianza. Una vida desordenada y con desperfectos es sin duda alguna un generador de desconfianza y afecta a los que están a tu alrededor como la familia, la comunidad, la iglesia y hasta tu país. Con el capitán Jesucristo siempre puedes confiar y contar con él en todo momento. El es fiel y nunca falla, siempre está a tiempo y dispuesto a conducir tu vida y llevarte a lugares que nunca pensaste ir, proporcionándote un vuelo seguro, confiado, tranquilo y sobre todo placentero. Tu actitud y disposición son la llave que te permitirá el emprender y hacer realidad tus sueños, objetivos y tus propósitos de vida. Si no tienes la actitud adecuada y la disposición correcta tendrás malas experiencias muy parecidas a las de un vuelo en condiciones meteorológicas negativas en donde el avión se sacude con fuertes movimientos causados por vientos huracanados y tempestades que amenazan con derribar la aeronave.
Como cristianos debemos reconocer que Dios nos ha dado la vida y nos ha proporcionado a Jesús como el experimentado capitán, lo único que puede limitarnos es la actitud que tengamos. Si nuestra actitud es abierta a Dios y sumisa a sus enseñanzas, entonces aprenderemos lo que necesitamos para ser libres y volar sin restricciones por la vida y entrar con gozo y con júbilo a nuestro hangar en las moradas celestes, donde habitaremos junto con nuestro Señor Jesucristo.
Que Dios te bendiga abundantemente.

Autor: Mario Gutierrez



Entrando en Barrena

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El término “entrar en barrena” o lo que es lo mismo “caída en barrena” se utiliza en el ámbito de la aviación para referirse al descenso vertical, brusco y rápido de un avión rotando sobre su eje vertical y con el eje longitudinal más o menos inclinado respecto al horizonte. Es una maniobra más bien peligrosa por la dificultad que presenta en salir de ella y puede ser consecuencia de un incidente, como por ejemplo, un fallo en los motores que provoque un descenso brusco de la velocidad y de no corregirse a tiempo, el aparato podría acabar estrellándose.
En la vida pasa igual y muchas personas ante las enseñanzas de Jesús “entrar en barrena”, produciendo que todo el conocimiento adquirido y lo que cada uno se creían en la vida, se venga a pique y se estrelle contra el piso desintegrándose en su totalidad.
Hoy quiero compartir contigo una parábola que puede hacer que cualquiera “entre en barrena”:
“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. El, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”. Mat 20:1-16.

Muchos se sorprenden con esta parábola, ya que les parece injusto que se premie de la misma manera a todos, sin tomar en cuenta que algunos llegaron primero junto con sus obras y sus sacrificios. Pues bien, creo que Jesús quiso sacarnos de la mente, que no es por méritos como llegamos al cielo sino que es por gracia, una gracia igual y pareja para todos. Conviene entonces, mirar más de cerca la parábola, pues Jesús establece una comparación, no entre varios trabajadores, sino entre diversos grupos de trabajadores. Cada grupo puede representar un pueblo, una asociación, una clase social o una congregación.  Unos recibieron la Palabra de Dios hace muchos años atrás, otros recién la reciben. Y a lo largo de la historia, Dios llama a los diversos pueblos o personas a que vengan a trabajar a su viña.
Dios llamó a Abraham y le encargó, a él y a sus descendientes, su obra en el mundo. Más tarde, en tiempo de Moisés, mucha gente se juntó a su grupo para salir de Egipto, y lo mismo sucedió en los siglos siguientes.

Los antiguos reivindican constantemente su derecho a ser tratados mejor que los demás, pero la viña no les ha sido encargada en forma exclusiva.

Uno de los mayores obstáculos a la revolución de Jesús es el espíritu de propiedad que se encuentra en los grupos, incluido los religiosos. Los que son herederos de varias generaciones cristianas se creen con derechos y no aceptan que los nuevos cambien las reglas del juego. Y eso no es solo de hoy día, basta con ver en Hechos 22, 22 (la furia de la muchedumbre cuando Pablo habla de ir a los pueblos paganos).

Después de la venida de Cristo, el Evangelio fue llevado a otros pueblos, hasta entonces paganos. Entraron en la Iglesia y formaron la cristiandad. También ellos pensaron que el Reino de Dios y la Iglesia eran cosa suya. El rey de España se llamaba el Rey muy Católico, y mucha gente consideraba que los indios entrarían en el Reino de Dios al mismo tiempo que se sometían al rey de España. 

Hasta nuestros días no han faltado las familias que se extrañan cuando la Iglesia critica sus privilegios y ya no les concede los primeros asientos en el templo. Dicen que la Iglesia los traiciona, porque siempre han pensado que la Iglesia era suya. En la parábola todos son puestos igualdad y reciben el mismo denario la moneda de plata del sueldo diario. ¡Que se alegren por haber sido llamados a trabajar cuando estaban desocupados! Notemos que solamente a los primeros se les determina un sueldo. Es un signo más de que los primeros son los judíos a los que Dios trae la salvación en cumplimiento de un contrato (su alianza con ellos), mientras que los otros son pueblos paganos a los que la salvación llega como don gratuito, ni prometido, ni esperado (Rom 15,8-9).

La frase "salió a contratar trabajadores" nos dice que este hombre salió como había salido el sembrador, tal y como había salido Jesús (Mc 1,38) para traer la salvación a los hombres.

Los primeros se quejaron  diciendo "los considera igual que a nosotros". Posiblemente los obreros de la última hora figuraban originariamente a los pobres, seguidores de Jesús. La sociedad religiosa no les había dado la oportunidad de despertar y de participar en el trabajo de Dios, Los ambientes cómodos no deben escandalizarse si Jesús demuestra tanto aprecio a los pequeños y a los pecadores, "olvidando" a los justos. Tampoco deberán escandalizarse si Dios algún día, les da a éstos, los primeros puestos. Ellos, que desde la primera hora han conocido la Ley y se sintieron obligados a cumplirla, podrían ser pagados de último pero deberían tener el privilegio de haber oído primero la Palabra de salvación y trabajar con orgullo en el Reino para que a los demás, les llegue también la salvación. Se trata simplemente de un tema de compartir y no de ser egoísta. Este parece haber sido el sentido original de la parábola, pero visiblemente Mateo la refiere a otra situación, la de los pueblos paganos que entran a la Iglesia, y nosotros debemos referirla a las masas sin evangelizar que rodean iglesias sin ambición.

Autor: Mario Gutierrez