Se cuenta la historia de un anciano que vivía en una granja en las montañas de Kentucky oriental con su joven nieto. Cada mañana, el Abuelo se sentaba temprano en la mesa de la cocina para leer su vieja y estropeada Biblia. Su nieto, que quería ser como él, intentó imitarlo cuando era posible.
Un día el nieto preguntó, “Abuelo, yo intento leer la Biblia, me gusta pero no la entiendo, y lo que logro entender se me olvida cuando cierro el libro. ¿Qué hay de bueno en leer la Biblia?”
El abuelo silenciosamente dejo de echar carbón en la estufa y dijo: “Baja el canasto del carbón, y ve al río, y tráeme un canasto lleno de agua”. El muchacho hizo tal y como su abuelo le dijo, aunque toda el agua se salió del canasto antes de que él pudiera volver a la casa. El abuelo se rió y dijo, “Tendrás que moverte un poco más rápido la próxima vez”, y lo envió nuevamente al río con el canasto a intentar traer agua en él.
Esta vez, el muchacho corrió más rápidamente, pero el canasto estaba de nuevo vacío antes de llegar a la casa. Ya sin respiración, le dijo a su abuelo que era “imposible llevar agua en un canasto,” y fue a conseguir un balde. El anciano lo detuvo diciendo “yo no quiero un balde de agua, quiero un canasto de agua. Tú puedes hacerlo”. A estas alturas, el muchacho sabía que la tarea era imposible, pero quería mostrar a su abuelo que aún cuando corriese más rápido, el agua se saldría antes que llegase a la casa.
El muchacho sacó el agua y corrió tanto como pudo, pero cuando llegó donde su abuelo el canasto estaba de nuevo vacío. Exhausto, el muchacho dijo “abuelo es inútil”. “¿Por qué piensas que es inútil? contesto el abuelo. “Mira dentro del canasto”. Viendo su interior comprendió por primera vez que el canasto tenía algo diferente. En lugar de un fondo sucio por el carbón, este lucía limpio. “Esa es la obra de Dios en nuestras vidas. Él nos cambia desde dentro lentamente hasta transformarnos en Su Hijo.”
CONCLUSIÓN
Esta hermosa anécdota nos deja una gran enseñanza. Nuestra vida se parece a ese canasto, cuando la vivimos sin Dios, la ensuciamos con prácticas que nos corrompen como ello alcoholismo, la drogadicción el adulterio, la fornicación, la mentira, el engaño, la deshonestidad, la ambición, el egoísmo, etc. Pero cuando buscamos el rostro de Dios, El es capaz de transformar y limpiar nuestra vida, tal como el agua fue capaz de limpiar el resto del carbón en el canasto. Debemos de ser perseverantes en el camino, orando en todo tiempo y leyendo la Palabra de Dios, ya que ésta es capaz, no solo de limpiarnos, sino también de darnos discernimiento para descubrir las cosas que debemos cambiar o eliminar de nuestra vida. La carta a los Hebreos 4:12 dice: “En efecto, la palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo, y penetra hasta donde se dividen el alma y el espíritu, los huesos y los tuétanos, haciendo un discernimiento de los deseos y los pensamientos más íntimos”.
Si seguimos el camino que Dios traza para nosotros estaremos seguros y confiados, pero sobre todo purificados y limpios.
“En cambio, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, nos purifica de todo pecado”. 1ª. Juan 1:7.
Autor: Mario Gutierrez
Autor: Mario Gutierrez