Durante el desarrollo de las contiendas o batallas militares tanto en tiempos antiguos (siglo v a.C.) como en los contemporáneos (Primera y Segunda guerra mundial) el uso de mensajes secretos u ocultos fue de gran valor. Con ellos se lograba enviar información crítica entre miembros de un mismo bando que permitía compartir fechas y lugares de los ataques, blancos a destruir, etc. Dada la importancia de dichos mensajes, estos no podían caer en manos del oponente porque daba la oportunidad de prepararse y contrarrestar al enemigo llevándolo a una derrota segura. Para ocultar el contenido de los mensajes se tuvo que emplear diferentes métodos y formas para lograrlo, es así como se desarrolló la ciencia de la Criptografía. En ella existen distintos métodos, en donde el más común es el cifrado. Esta técnica enmascara las referencias originales de la lengua por un método de conversión gobernado por un algoritmo que permita el proceso inverso o descifrado de la información.
En el combate espiritual también existe la manera de descubrir todos los mensajes ocultos o encriptados (cifrados) que el enemigo utiliza para atacarnos, así como poder descubrir quiénes son los miembros que componen su ejército. Me refiero al discernimiento espiritual. El Discernimiento es la habilidad de discernir, o sea, distinguir una cosa de la otra. En nuestro caso el discernimiento de espíritus es saber diferenciar un espíritu malo de uno bueno, es saber reconocer cuando un acto de alguien es positivo o mal intencionado, también se refiere a conocer la diferencia cuando una situación es de beneficio o dañina. Este discernimiento es un don que el Espíritu Santo nos da. “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas” (1ª.Co 12:7 -10).
Tenemos entonces que pedir este discernimiento al Espíritu Santo para que de acuerdo a su gracia nos lo de. No bastará con solo tenerlo, hay que desarrollarlo y fortalecerlo cada vez más. La mejor manera de hacerlo es a través de la práctica del ayuno, la oración y la lectura de la Palabra. Un ejemplo de esto lo podemos apreciar en el inicio de la vida de predicación de nuestro Señor Jesucristo, cuando después de ser bautizado por Juan el bautista fue conducido por el Espíritu al desierto y por espacio de cuarenta días con sus noches, practicaba el ayuno y la oración. Esta práctica y disciplina le permitió a Jesús combatir con eficacia a Satanás y derrotar cada una de sus tácticas (Lc. 4:1-13). Nuestro Señor nos enseñaría esta misma práctica cuando le llevaron un joven que tenía un espíritu que lo perturbaba. “Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos. Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron. El les preguntó:
— ¿Qué disputáis con ellos?—
Y respondiendo uno de la multitud, dijo:
—Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron—
Y respondiendo él, les dijo:
— ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo—
Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre:
— ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? —
Y él dijo:
—Desde niño, y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos —.
Jesús le dijo:
— Si puedes creer, al que cree todo le es posible —.
E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo:
— Creo; ayuda mi incredulidad—
Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole:
—Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él—
Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndolo con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían:
—Está muerto —.
Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó. Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte:
— ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? —
Y les dijo:
—Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno” (Mc 9:14-29).
Ya antes de este suceso, los discípulos habían recibido de parte de Jesús el empoderamiento necesario para realizar la misión que a todos ellos les había sido encomendada. Expulsaban demonios, predicaba y sanaban a los enfermos (Mc 6:7-12). Ellos llevaron a cabo esta encomienda, pero se enfrentarían con una situación muy particular: no habían podido expulsar el demonio de aquel muchacho.
El espíritu que lo poseía era un demonio “sordo y mudo” como Jesús lo mencionaría. Por ambas características, este espíritu era muy diferente a los otros con los cuales los discípulos se habían tenido que enfrentar antes y ellos no pudieron expulsarle porque les faltó el discernimiento necesario para descubrir esas características y poder expulsarle. Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús al respecto, vemos su respuesta —Este género de demonios con “nada” puede salir, sino con oración y con ayuno—. Si los discípulos hubieran discernido esto mismo hubieran sido efectivos expulsando al demonio en cuanto les llevaron al muchacho.
Como vemos, el discernimiento espiritual o de espíritus nos permite ver más allá de nuestros sentidos naturales. Con el podemos percibir y ver a los enemigos ocultos y sus actividades para poder combatirlas con eficacia. Al discernimiento podríamos llamarlo “un sexto sentido”.
Tomado de mi libro LISTO PARA VOLAR - UN LLAMADO A LA LIBERTAD.
Autor: Mario Gutiérrez