Dice la Biblia: “Si eres profeta, transmite las luces que te son entregadas;" si eres diácono, cumple tu misión; si eres maestro, enseña;" si eres predicador, sé capaz de animar a los demás; si te corresponde la asistencia, da con la mano abierta; si eres dirigente, actúa con dedicación; si ayudas a los que sufren, muéstrate sonriente” Rm. 12:6-8.
Todos tenemos un propósito en la vida que debemos cumplir y debemos aprender a descubrir y hacerlo una realidad. Cada quien puede conocer cuál es ese propósito que Dios tiene para cada uno y para encontrarlo lo primero que debemos hacer es conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas. Es necesario que conozcamos como Dios actúa en nosotros y cuáles son los criterios que él quiere que aprendamos y que pongamos en práctica. Una de las formas de conocer esos criterios es leyendo la Biblia. En ella encontramos hombres como Abraham, Moisés y hasta el mismo Jesús, quienes tenían cada uno, un propósito. El propósito de Abraham era el de sentar las bases de la fe y de la obediencia, así mismo ser el patriarca de la promesa. El propósito de Moisés, liberar de la esclavitud al pueblo de Israel. El propósito de Jesús morir crucificado para luego resucitar venciendo la muerte y conseguirnos, a precio sangre, nuestra salvación.
Cada quien tiene un propósito que es único y personal y Dios nos ha dotado de todo lo que necesitamos para cumplirlo. Nosotros fuimos diseñados para hacer lo que Dios tiene planificado para nosotros. Cuando encontramos el propósito de nuestra vida, todo cambia y todo llega a tener sentido. Una vida sin sentido no tiene significado ni esperanza y una vida sin Dios tampoco tiene sentido alguno. Cuando la vida tiene sentido podemos soportar muchas pruebas y cuando no hay sentido las pruebas y la vida misma parecen insoportables. La esperanza es tan esencial en el hombre como el oxigeno y el agua. Tener un propósito y una razón para vivir le da simplicidad a la vida porque es más práctico saber lo que se tiene que hacer y lo que no se debe hacer. De acuerdo al propósito podemos diferenciar y sopesar las cosas esenciales de las no esenciales. Sin sentido y sin propósito somos vulnerables y somos llevados por las circunstancias de la vida. Vivir con propósito nos lleva a vivir un estilo de vida más tranquilo y más práctico, sin complejidades, permitiéndonos que todos nuestros esfuerzos y energías sean canalizados de manera más efectiva. El propósito nos ayuda a prepararnos para la santidad y también para la eternidad.
Viene a mi memoria personas que descubrieron cual era su propósito y al ejecutarlo beneficiaron no solo sus vidas, sino que además, las nuestra. Menciono algunos ejemplos: la imprenta, inventada por Johannes Gutenberg. La bombilla eléctrica o ampolleta, inventada por Thomas Alva Edison. El teléfono, obra de Alexander Graham Bell. El automóvil desarrollado por Henry Ford, quién masificó la producción del mismo (aunque no fue él quien lo inventó). El avión, en 1903, después de grandes esfuerzos por fin los hermanos Wright se mantuvieron en el aire por 12 segundos y a partir de ese momento el desarrollo de aeronaves fue tal que en nuestro tiempo contamos con máquinas altamente sofisticadas, capaces de transportarnos a diferentes lugares del mundo en poco tiempo. Uno de los inventos que es un verdadero icono de nuestra época es el Microchip, inventado en 1959 por Jack Kilby.
Sería muy larga la lista para mencionar a tantas personas que descubrieron cual era su propósito de vida. Seguramente si estas personas se hubieran echado para atrás nuestro mundo sería muy diferente.
Quizá tu propósito en la vida no sea como el de esos hombres que realizaron estos grandiosos proyectos de beneficio para la humanidad, pero lo que sí es seguro, es lo que Dios ha diseñado para ti, lo cual será de gran impacto para la vida de los que te rodean. Quizá el tuyo sea ser el mejor padre o madre para tus hijos, proporcionándoles bienestar, seguridad y confianza para que su vida se desarrolle con plenitud, instruyéndoles en el amor a Dios y el respeto a los demás. Tal vez tu propósito es ser un excelente esposo o esposa para tu pareja, darle el amor, la ayuda, la comprensión y el apoyo para desenvolverse como persona adulta que ama y sirve a Dios y a los demás. O a lo mejor tu propósito de vida es ser un siervo de Dios que busca llevar la esperanza y el consuelo, predicando el perdón la paz y la salvación a los que la necesitan y presentándoles a Jesús a aquellos que no le conocen, no solo de la proclamación del evangelio, sino que también siendo testigo directo del amor de aquel que te dio la vida dando a conocer tu testimonio de transformación. Con seguridad todas las personas que se ven beneficiadas y bendecidas por tu propósito de vida, serán personas diferentes y estas a su vez seguirán el mismo ejemplo tuyo, creándose un efecto multiplicador que hará, que el mundo en el que vivimos, sea un mundo completamente diferente de cómo hoy lo es. Si no empiezas hoy a ejecutar tu propósito de vida, seguramente que habrán muchas personas que se sentirán tristes y desamparadas, y que morirán sin haberle dado sentido a sus vidas.
Mi propósito en la vida es ser un siervo de Dios y cuando ejerzo ese propósito de vida agrado no solo a Dios sino que también a los que me rodean. El servir a Dios me obliga a buscar la excelencia en todos los papeles o roles que tengo en la vida, como esposo y como padre, como jefe y como subordinado, como amigo y como consejero. Si servimos a Dios servimos a los demás, pero si solo lo hacemos sin mirar a Dios en las personas a quienes servimos, estamos queriendo quedar bien con el hombre y no con Dios. Al escribir estas palabras me considero que estoy sirviéndoles a todo aquellos que las leen y si estas palabras y reflexiones aquí escritas te ayudan a ser una persona diferente y a transformar tu vida a los propósitos de Dios, entonces puedo decir que mi propósito de vida se está cumpliendo.
Que Dios te bendiga abundantemente.
Autor: Mario Gutierrez
Autor: Mario Gutierrez
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