Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí lo invitaron a una cena. Marta servía y Lázaro estaba entre los invitados. María, pues, tomó una libra de un perfume muy caro, hecho de nardo puro, le ungió los pies a Jesús y luego se los secó con sus cabellos, mientras la casa se llenaba del olor del perfume. Jn. 12:1-3
El perfume de nardo puro era extraído de las raíces secas de la planta herbácea conocida como nardo. Este era un valioso y fragante aceite que desde el siglo I d.C, se lo importaba directamente desde la India en envases de alabastro. Era un aceite de alto costo, y según el valúo de Judas Iscariote, costaba unos 300 denarios (Jn. 12: 5). Tomemos en cuenta que un denario equivalía al salario diario de un jornalero en esa época. Si tomamos de referencia el salario diario actual de $3.82 que gana un jornalero en el sector cafetalero en El Salvador, los 300 denarios representarían $1,146 (dólares americanos).
María no escatimó en el alto valor de su perfume al derramarlo en los pies de Jesús, ella simplemente hizo lo que su corazón lleno de amor y agradecimiento le dictaba. El Señor había restaurado la vida de maría y le había vuelto la dignidad.
¿Cuántas personas hoy en día han sido restauradas por el amor y la misericordia de Dios y no pueden “derramar” tan siquiera un poco de tiempo para servir y agradar al Señor? Jesús se merece lo mejor de nuestras vidas, nuestra mejor adoración, nuestro mejor esfuerzo.
“Tributen al Señor la gloria que merece su nombre…” Sal 29:2
Que el Señor te bendiga abundantemente.
Autor: Mario Gutierrez
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